A seis meses de la muerte de Bety Cariño y Jyri Antero Jaakkola
Yo no vengo de Acteal, yo vengo de Copala.
Vine a Copala para encontrar a mi hijo
Llegué sin odio
el odio ya estaba aquí,
en las lomas que escupen fuego
en el agua envenenada de los ríos
en las rocas apiladas del camino.
En Copala me pregunta el asesino
si no sabía mi hijo que “aquí son monolingües”
pensé en la etnia de los kaláshinicov
tan monolingües y tan monotemáticos
O tal vez se refería la etnia de los ulises
que sólo conocen el lenguaje de la cobardía.
Vine a Copala porque me dijeron que aquí estaba mi hijo
pero no vine solo,
vine con Cariño,
el odio ya estaba aquí
mucho antes de que yo amara tiernamente
a la que luego sería
la madre de mi hijo.
mucho antes que él diera su primer grito.
Yo vine a Copala a buscar a mi hijo
un hijo que nació de mis entrañas
un hijo que también llegó aquí
con Cariño
por que el odio llegó por el otro lado.
Tengo un ataque de sensatez cuando me preguntan si no tengo miedo
cuando los asesinos desgranan su amenaza
¿Acaso no están demasiado claro los dos campos que se enfrentan?
¿De qué lado se juntaron 22 bocas de fuego,
-monolingües como dice el asesino-
para matar a una mujer desarmada?
Para acabar con la mujer Cariño,
con la mujer verdad,
con la mujer ternura,
los asesinos tuvieron que gastar un costal de balas.
¿De qué lado estará la cobardía?
Vine a Copala a buscar a mi hijo
y no me voy a ir hasta que lo encuentre.
Vine cuando la sangre todavía está fresca en las calles de La Sabana,
en el picaporte de sus puertas
en la empuñadura de sus rifles
en el pubis de sus mujeres
en la ausencia que ha dejado
el hueco de sus huevos.
Ya no puedo decir ¡carajo!
Porque no vine a esta tierra a sorprenderme
pero puedo decir ya basta.
Es el todo contra el todo
pendejos.
El todo contra el todo
camaradas.
Nos tienen miedo porque nosotros no tenemos miedo,
eso dijo Cariño
la escuché
a la distancia de su muerte
y su voz era nítida
y contundente:
Nos tienen miedo porque nosotros no tenemos miedo.
Este es el todo por el todo
que se aparten los cobardes
los que ocupan kilos de metralla
para acabar la voz tierna de madre y hembra
de una sola mujer.
Porque ciertamente no hay hombre que retroceda
cuando una mujer avanza.
Vine a Copala a buscar a mi hijo
porque antes de que él llegara
Ulises trajo al pájaro,
lo trajo del norte
por medio de su ahijado,
un casi hombre, casi abogado,
un asesino que igual que Ulises
solo habla el lenguaje de la cobardía.
Llegó pagándole a los muertos,
pagándole a los castrados
10 mil pesos por cadáver.
Yo vine a Copala a buscar a mi hijo
y ahora los doctores buscan esquirlas en su carne,
mientras los perros se hacen pendejos
y buscan pólvora en sus manos
para proteger a los asesinos.
La canción del enemigo se llama Sucumbios
lo tengo claro,
pero tengo una cita con las mujeres de San Juan Copala
y hoy la única tonada que rebota en mi cerebro
el sueño que tengo y que quiero compartir con todos
es que pisaremos las calles nuevamente
de lo que fue Copala ensangrentada
y en una hermosa plaza liberada
estaremos honrando
con dignidad
a los ausentes.
David Cilia Olmos
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