Municipio Autónomo de San Juan Copala

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martes, 2 de noviembre de 2010

Una historia más de las mujeres desplazadas de San Juan Copala


Alta Gracia

Plantón de desplazados del Municipio Autónomo de San Juan Copala, Zócalo de Oaxaca, 23 de octubre 2010. La noticia de la muerte de Heriberto Pazos corrió rápidamente por la capital del estado, versiones diferentes empezaban a circular pero a mucha gente de la calle le quedaba claro el origen del atentado. Y es que aquí en Oaxaca ya no se dice: piensa mal y acertarás, aquí se dice piensa mal de Ulises Ruiz y acertarás.

Pronto empezaron a llegar más informaciones: El MULT está haciendo bloqueos, el MULT va rumbo a la Procuraduría, el MULT se está concentrando en el Llano para marchar rumbo al Campamento de Desplazados del Municipio Autónomo de San Juan Copala.

A las 4 de la tarde decenas de personas ya habían confirmado la versión: En el Llano el MULT se aprestaba para marchar contra el Campamento de Desplazados, en el Zócalo de Oaxaca.

En el rincón más apartado del plantón la abuela indígena seguía sentada sobre sus piernas con la cabeza agachada, invadida de tristeza, como había estado desde hace una semana que la vi por primera vez, las compañeras triquis se volteaban a ver entre sí mientras cargaban a sus hijos o daban vuelta al arroz que se freía el sartén sobre el bracero. ¿Qué vamos a hacer? Se leía en cada gesto, en cada mirada hacia afuera del campamento.

A pesar de las más de 50 llamadas telefónicas, advirtiendo al gobierno federal de la situación, ningún cuerpo de seguridad se presentó, por el contrario, hasta la policía turística que ronda el Zócalo desapareció.

Los desplazados de San Juan Copala se reunieron para analizar la situación y decidieron quedarse, elaboraron una idea de cómo enfrentarían la situación aunque sabían que no podrían defenderse de sus atacantes. La situación era tensa, los rostros de mujeres y hombres eran de una profunda incertidumbre, todos los presentes son sobrevivientes del cerco contra San Juan Copala y sabían que por lo que vienen los del MULT es por sus vidas, pues nada más tenían ya para arrebatarles.

Han decidido enfrentar la situación que venga sin moverse de ahí.

–Lo que quieren es que levantemos el plantón –dice Reyna– pero no lo vamos a hacer.

No obstante la determinación, el ambiente es sumamente tenso. Así que las mujeres y hombres reanudan sus actividades cotidianas. Lo que tenga que pasar que de una vez me pase, parece que piensan.

Sigo empeñado en la redacción de un texto que me pidieron, cuando gritos agudos de una niña me sacan de la actividad. Es Alta Gracia, una niña de tres años que María retiene entre sus manos y que tiene un ataque de furia.

A pesar de su pequeña edad resulta difícil su control, María la sostiene en vilo mientras Alta Gracia la patea. María apenas puede controlar sus movimientos tratando a toda costa que no se lastime. Me acerco a ayudar, la tomo en mis brazos y le acaricio la espalda hablándole suavemente mientras ella incrementa sus gritos a todo pulmón, a toda garganta.

–¡Te va a morder! –me dice María cuando la pequeña ya tiene la piel de mi pecho entre sus dientes.

–Sí, creo que si –le contesto cuando una segunda mordida llega a mi pecho.

–Creo que te falta entrenamiento –me dice María y ahora es ella quien me ayuda.

María improvisar una camisa de fuerza para controlar los más de 20 minutos que duró el ataque de furia de Alta Gracia.

Empezábamos a bromear con ella, cuando nuevos gritos de niñas invaden el campamento.

–¿Por qué no la cuidaste? –Regaña una mujer Triqui a su hija de unos 7 años.

–¿Qué pasó pregunta María?

–Esta que su hermanita ya estaba a 3 cuadras de aquí. Me la acaban de traer.

La niña de unos dos años, descalza como siempre, había empezado a caminar cuando la gente estaba en la mayor tensión nerviosa. Nadie se percató y ella a diferencias de sus rutinas de exploración y juego diarios en el “patio” del plantón, había empezado a caminar lejos, como presintiendo y alejándose del peligro.

Los niños siempre sienten la verdad.

El tiempo pasó y esa tarde, afortunadamente, la sensatez o el cálculo político hicieron que la marcha del MULT hacia el plantón de desplazados en el Zocalo de Oaxaca se cancelara.

Eso no impidió que personas enardecidas por separado llegaran a hacer amenazas directas al Campamento.

–Ya estarán felices –dijo Albino, de La Ladera, una comunidad Triqui— ya lograron lo que querían… pero mañana les va a pasar lo mismo.

Una hora más tarde, a las 8:15 de la noche tres hombres ostensiblemente armados llegan al plantón y lo revisan con la mirada, luego se van. A las 11:00 de la noche empiezan las amenazas de muerte por internet.

Se prevé una noche muy difícil.

–Y si se retira la mayor parte de las compas y niños y solo dejamos una guardia –pregunto yo.

–¿Y a donde nos vamos a ir?

Ciertamente. Buen punto. ¿A sus casas quemadas? ¿A sus comunidades lejanas donde de cualquier manera siguen asesinando a los desplazados?

–No nos vamos a ir. Aquí nos vamos a quedar. Pase lo que pase –dijo Reyna con su voz tranquila, pausada y luego concluyó mirando hacia una manta lejana, como recordando algo que le da mucha fuerza.

–Nos tienen miedo porque nosotras no tenemos miedo.

Esto es México.

David Cilia Olmos

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